Comprensión Lectora Semana del 02-11-2020
al 06-11-2020
Lectura del Estudiante, respetando los signos de
puntuación y entonación. Luego en su cuaderno, contestará las actividades de
comprensión lectora
Lunes 02-11-2020
Lectura: “Un
ratón glotón y comelón”
Enriqueto era un ratoncito tímido, de pelaje negro, dientes torcidos, ojos bizcos y oreja maltrecha. Se quedó huérfano de padre y madre y creció en compañía de otros ratones que hacían lo que podían para sobrevivir en un mercado de la ciudad de Caracas.
El día de Nochebuena, como de
costumbre, tenía hambre y decidió salir a buscar comida entre los desperdicios
de los contenedores que la gente iba llenando alrededor del mercado.
Nuestro amigo Enriqueto, que era muy
hábil para detectar olores y sabores, era el jefe de la cuadrilla de buscadores
y el que más y mejor comida conseguía para la familia ratonil. Esa mañana logró
reunir trozos de jamón, pizza, chorizo, frijoles volteados, nachos, platanitos
cocidos, pan francés y unas cuantas galletas navideñas.
- ¡Qué placer! - dijo Enriqueto.
Todos sus amigos se reunieron y empezaron su banquete navideño. Comieron hasta
que casi reventaban sus panzas rechonchas y peludas.
Al filo de las 8 de la noche, ya ni
se movieron en sus cuevas de lo llenos que estaban. Sin embargo, Enriqueto
decidió salir a ver si conseguía algo de postre. Cuando estaba por allí
merodeando… ¡¡¡PUM!!!... lo atropelló un carro.
Salió disparado al otro lado de la
carretera y notó que algo caliente le salía del cuerpo. Tiene que ser sangre. -
Dios mío...me estoy muriendo... a donde iré a parar: al cielo de los ratones o
allí abajo ¿dónde se asan?... - empezó a pensar Enriqueto. En esas estaba
cuando ya no sintió nada más y desfalleció.
Cuando por fin abrió sus ojos, se
vio rodeado de ratones vestidos de blanco, y dijo - "Entonces sí me morí y
debo estar en el cielo" - De pronto uno de ellos le habló, diciendo:
- ¡Manito Enriqueto...por fin
abriste tus ojos...estás vivo! - Un buen susto fue el que se llevó Enriqueto.
Lo que realmente había pasado fue
que, cuando sus compañeros oyeron que un carro se había estrellado contra el
contenedor de basura que registraba Enriqueto, le vieron tendido en la acera.
Inmediatamente lo cogieron y se lo llevaron a su cueva, le frotaron con alcohol
el pecho, le estiraron las piernas y lo calentaron con mentol y candelas para
que entrara en calor. Enriqueto, al verse vivo, no paraba de llorar de la
alegría y juró no volver a portarse mal y ser tan glotón y comelón.
Moraleja: La gula no es buena, siempre nos meterá en problemas. Come con moderación y da gracias a Dios por lo que envía a tu mesa.
Contesta las siguientes preguntas.
- ¿Por qué pensó que estaba en el cielo?
- ¿Crees que es bueno comer tanto?
Lectura “El
arbolito de Navidad”
Érase una vez, hace mucho tiempo, una isla en la que había un pueblecito. En ese pueblecito vivía una familia muy pobre. Cuando estaba próxima la Navidad, ellos no sabían cómo celebrarla sin dinero.
Entonces el padre de la familia empezó a preguntarse cómo podía ganar
dinero para pasar la noche de Navidad compartiendo un pavo al horno con su
familia, disfrutando de la velada junto al fuego.
Decidió que ganaría algo de dinero vendiendo árboles de Navidad. Así, al
día siguiente se levantó muy temprano y se fue a la montaña a cortar algunos
pinos.
Subió a la montaña, cortó cinco pinos y los cargó en su carroza para
venderlos en el mercado. Cuando sólo quedaban dos días para Navidad, todavía
nadie le había comprado ninguno de los pinos.
Finalmente, decidió que puesto que nadie le iba a comprar los abetos, se
los regalaría a aquellas personas más pobres que su familia. La gente se mostró
muy agradecida ante el regalo.
La noche de Navidad, cuando regresó a su casa, el hombre recibió una gran
sorpresa. Encima de la mesa había un pavo y al lado un arbolito pequeño.
Su esposa le explicó que alguien muy bondadoso había dejado eso en su
puerta.
Aquella noche el hombre supo que ese regalo tenía que haber sido concedido
por la buena obra que él había hecho regalando los abetos que cortó en la
montaña.
Preguntas de comprensión lectora:
1. ¿Por qué el padre se
preocupaba días antes de la Navidad?
2. ¿Qué hizo el padre para
ganar algo de dinero para poder comer pavo en la noche de Navidad con su
familia?
3. ¿El padre consiguió
vender los pinos, qué hizo el padre con los pinos?
4. ¿Por qué crees que le
han regalado un pavo de Navidad?
5. ¿Qué has aprendido
con este cuento?
Miércoles 04-11-2020
Lectura: “La
pequeña vendedora de fósforos”
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba
a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel
frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con
la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas,
pero, ¡de qué le sirvieron!
En un viejo delantal llevaba un
puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le
había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvía a su casa
hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla!
Los copos de nieve caían sobre su
largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello. En un ángulo
que formaban dos casas - una más saliente que la otra -, se sentó en el suelo y
se acurrucó hecha un ovillo.
Encogía los piececitos todo lo
posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a
volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste
céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo
los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y
los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.
Tenía las manitas casi ateridas de
frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno
solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno:
'¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una
lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.
Le pareció a la pequeñuela que
estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón;
el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña
alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se
esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla
en la mano.
Encendió otra, que, al arder y
proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de
gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa
puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana.
Un pato asado humeaba
deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el
pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un
cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel
momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.
Encendió la niña una tercera
cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era
aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la
puerta de cristales, en casa del rico comerciante.
Millares de velitas, ardían en las
ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que
adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se
apagó el fósforo.
Todas las lucecitas se remontaron a
lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo;
una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.
- Alguien se está muriendo - pensó
la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba
muerta ya, le había dicho-:
- Cuando una estrella cae, un alma
se eleva hacia Dios.
Frotó una nueva cerilla contra la
pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita,
radiante, dulce y cariñosa.
Se apresuró a encender los fósforos
que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con
luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan
hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor,
henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña
sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.
Pero en el ángulo de la casa, la
fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca
sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo.
La primera mañana del Nuevo Año
iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los
cuales aparecía consumido casi del todo. '¡Quiso calentarse!', dijo la gente.
Pero nadie supo las maravillas que
había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había
subido a la gloria del Año Nuevo.
Preguntas de comprensión lectora
Jueves 05-11-2020
Lectura: “El
cocinero en Navidad”
Érase una vez un cocinero que tenía que preparar una deliciosa y sabrosa
cena de Nochebuena. Siempre se le ocurrían ideas brillantes, pero había
trabajado tanto los meses anteriores que no estaba nada inspirado, perdió su
imaginación en un momento tan importante del año.
Pensó que los manjares se enfriarían si no lo hacían pronto, pero comprendió que el calor, material y espiritual, que invadía todos y cada uno de los rincones de la estancia se encargaría de mantenerlos a la temperatura adecuada. Como toque final a su visita, llenó los calcetines de la chimenea con figuritas de mazapán, polvorones y turrones, que sin duda harían las delicias de los niños... y de los menos niños.
Contesta las preguntas de comprensión lectora
2. ¿Qué hallazgos consiguió el
cocinero en el saco que llevaba?
3. ¿Qué hizo el cocinero como toque
final de su visita a la casita del bosque?
4. ¿Cuál es la moraleja del cuento?
Lectura: “El hombre de jengibre”
Érase una vez, una mujer viejecita
que vivía en una casita vieja en la cima de una colina, rodeada de huertas
doradas, bosques y arroyos. A la vieja le encantaba hornear, y un día de
Navidad decidió hacer un hombre de jengibre. Formó la cabeza y el cuerpo, los
brazos y las piernas. Agregó pasas jugosas para los ojos y la boca, y una fila
en frente para los botones en su chaqueta. Luego puso un caramelo para la
nariz. Al fin, lo puso en el horno.
La cocina se llenó del olor dulce de
especias, y cuando el hombre de jengibre estaba crujiente, la vieja abrió la
puerta del horno. El hombre de jengibre saltó del horno, y salió corriendo,
cantando:
- ¡Corre, corre, tan pronto como
puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
La vieja corrió, pero el hombre de
jengibre corrió más rápido. El hombre de jengibre se encontró con un pato que
dijo
- ¡Cua, cua! ¡Hueles delicioso!
¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió
corriendo. El pato lo persiguió balanceándose, pero el hombre de jengibre
corrió más rápido. Cuando el hombre de jengibre corrió por las huertas doradas,
se encontró con un cerdo que cortaba paja. El cerdo dijo:
- ¡Para, hombre de jengibre! ¡Quiero
comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió
corriendo. El cerdo lo persiguió brincando, pero el hombre de jengibre corrió
más rápido. En la sombra fresca del bosque, un cordero estaba picando hojas.
Cuando vio al hombre de jengibre, dijo:
- ¡Bee, bee! ¡Para, hombre de
jengibre! ¡Quiero comerte!
- ¡Paa! ¡Paa! exclamó la vieja
- He huido de la vieja y el pato y
el cerdo y el cordero. ¡Puedo huir de ti también! ¡Corre, corre, tan pronto
como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
Pero el zorro astuto sonrió y dijo:
- Espera, hombre de jengibre. ¡Soy
tu amigo! Te ayudaré a cruzar el río. ¡Échate encima de la cola!
El hombre de jengibre echó un
vistazo hacia atrás y vio a la vieja, al pato, al cerdo y al cordero
acercándose. Se echó encima de la cola sedosa del zorro, y el zorro salió
nadando en el río. A mitad de camino, el zorro le pidió que se echara sobre su
espalda para que no se mojara. Y así lo hizo. Después de unas brazadas más, el
zorro dijo:
- Hombre de jengibre, el agua es aún
más profunda. ¡Échate encima de la cabeza!
- ¡Ja, Ja! Nunca me alcanzarán ahora
rió el hombre de jengibre.
- ¡Tienes la razón! chilló el zorro.
El zorro echó atrás la cabeza, tiró
al hombre de jengibre en el aire, y lo dejó caer en la boca. Con un crujido
fuerte, el zorro comió al hombre de jengibre.
La vieja regresó a casa y decidió
hornear un pastel de jengibre en su lugar.
2. ¿Quiénes querían comer al hombre
de jengibre?
3. ¿Qué hizo el hombre de jengibre
para huir de los que querían comerle?
4. ¿Cuál es el final del cuento?
5. ¿Cambiarías el final del cuento?
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