Comprensión Lectora
Semana del 18-01-2021 al 22-01-2021
Lectura del Estudiante, respetando los signos de puntuación
y entonación. Luego en su cuaderno, contestará las actividades de comprensión
lectora.
Lunes 18-01-2021
Lectura: “Buscando la paz”
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era
un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.
Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos
quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero
estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del
cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía
retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada
pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras
la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este
arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir del la violenta caída
de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su nido...
- ¿Paz perfecta...?
- ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda.
- ¿Sabes por qué?
Explicó el rey: 'Paz no significa estar en un lugar
sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar
de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro
corazón. Este es el verdadero significado de la paz'
Contesta las preguntas
1. ¿Qué concurso propuso el rey?
2. ¿Qué dos cuadros fueron los que más le gustaron?
3. ¿Cuál de los dos escogió finalmente el rey? ¿Qué
mostraba esta pintura?
4. ¿Por qué eligió esta obra de arte en lugar de la
otra?
5. ¿Cómo definirías tú la paz?
6. ¿Crees que vivimos en paz en todos los lugares
del mundo?
7. ¿Qué crees que podríamos mejorar en casa para
vivir más la paz?
Martes 19-01-2021
Lectura: “La ciudad sin colores.”
Cuando la pequeña Violeta se levantó aquella mañana comprobó con terror que su habitación se había quedado sin colores.
- ¿Qué ha pasado? – se preguntó la niña comprobando
con alivio que su pelo seguía rojo como el fuego y que su pijama aún era de
cuadraditos verdes.
Violeta miró por la ventana y observó horrorizada
que no solo su habitación, ¡toda la ciudad se había vuelto gris y fea!
Dispuesta a saber qué había ocurrido, Violeta, vestida de mil colores, se
marchó a la calle.
Al poco tiempo de salir de su casa se encontró con
un viejito oscuro como la noche sacando a un perro tan blanco que se confundía
con la nada. Decidió preguntarle si sabía algo de por qué los colores se habían
marchado de la ciudad.
- Pues está claro. La gente está triste y en un mundo
triste no hay lugar para los colores.
Y se marchó con su oscuridad y su tristeza. Al poco
tiempo, se encontró con una mujer gris que arrastraba un carrito emborronado y
decidió preguntarle sobre la tristeza del mundo.
- Pues está claro. La gente está triste porque nos
hemos quedado sin colores.
- Pero si son los colores los que se han marchado
por la tristeza del mundo…
La mujer se encogió de hombros con cara de no
entender nada y siguió caminando. En ese momento, una ardilla descolorida pasó
por ahí.
- Ardilla, ¿sabes dónde están los colores? Hay
quien dice que se han marchado porque el mundo está triste, pero hay otros que
dicen que es el mundo el que se ha vuelto triste por la ausencia de colores.
La ardilla descolorida dejó de comer su castaña
blanquecina, miró con curiosidad a Violeta y exclamó:
- Sin colores no hay alegría y sin alegría no hay
colores. Busca la alegría y encontrarás los colores. Busca los colores y
encontrarás la alegría.
Violeta se quedó pensativa durante un instante.
¡Qué cosa extraordinaria acababa de decir aquella inteligente ardilla
descolorida!
La niña, cada vez más decidida a recuperar la
alegría y los colores, decidió visitar a su abuelo Filomeno. El abuelo Filomeno
era un pintor aficionado y también la persona más alegre que Violeta había
conocido jamás. Como ella, el abuelo Filomeno tenía el pelo de su barba rojo
como el fuego y una sonrisa tan grande y rosada como una rodaja de sandía.
¡Seguro que él sabía cómo arreglar aquel desastre!
- Pues está claro, Violeta: Tenemos que pintar la
alegría con nuestros colores.
- Pero eso, ¿cómo se hace?
- Muy fácil, Violeta. Piensa en algo que te haga
feliz…
- Jugar a la pelota en un campo de girasoles.
- Perfecto, pues vamos a ello…
Violeta y el abuelo Filomeno pintaron sobre las
paredes grises del colegio un precioso campo de girasoles. Un policía incoloro
que pasaba por allí quiso llamarles la atención, pero el abuelo Filomeno con su
sonrisa de sandía le preguntó alegremente:
- Señor Policía, cuéntenos algo que le haga feliz…
- ¿Feliz? Un sofá cómodo junto a una chimenea donde
leer una buena novela policiaca.
Y fue así como Violeta, el abuelo Filomeno y aquel
policía incoloro se pusieron a pintar una enorme chimenea con una butaca de
cuadros. En ese momento una mujer muy estirada y sin una pizca de color se
acercó a ellos con cara de malas pulgas, pero el abuelo Filomeno con su sonrisa
de sandía le preguntó alegremente:
- Descolorida señora, díganos algo que le haga muy
feliz…
- ¿Feliz? ¿En estos tiempos grises? Déjeme que
piense…una pastelería llena de buñuelos de chocolate.
Poco a poco, todos los habitantes de la ciudad
fueron uniéndose a aquel grupo y llenando la ciudad de murales llenos de cosas
maravillosas, que a todos ellos les hacían muy feliz. Cuando acabaron, la
ciudad entera se había llenado de colores. Todos sonreían alegres ante aquellas
paredes repletas de naranjas brillantes, azules marinos y verdes intensos.
Volvían a ser felices y volvían de nuevo a llenarse de colores.
Terminada la aventura, el abuelo Filomeno acompañó
a Violeta a su casa. Pero cuando iban ya a despedirse, a Violeta le entró una
duda muy grande:
- Abuelo, ¿y si los colores vuelven a marcharse un
día?
- Si se marchan tendremos que volver a sonreír.
Solo así conseguiremos que regresen…
Y con su sonrisa de sandía, el abuelo Filomeno se
dio media vuelta y continuó su camino a casa.
2. ¿Cómo veía ella a la gente por las calles de la ciudad sin colores?
3. ¿A quién Violeta fue a pedir consejos para que la ciudad volviese a
tener colores?
4. ¿Qué hizo Violeta para que la ciudad recuperara sus colores?
5. ¿Qué has aprendido con este cuento?
Miércoles 20-01-2021
Lectura: “'Sara y Lucía'”
Érase una vez dos niñas muy amigas llamadas Sara y
Lucía. Se conocían desde que eran muy pequeñas y compartían siempre todo la una
con la otra.
Un día Sara y Lucía salieron de compras. Sara se
probó una camiseta y le pidió a su amiga Lucía su opinión. Lucía, sin dudarlos
dos veces, le dijo que no le gustaba cómo le quedaba y le aconsejó buscar otro
modelo.
Entonces Sara se sintió ofendida y se marchó
llorando de la tienda, dejando allí a su amiga.
Lucía se quedó muy triste y apenada por la reacción
de su amiga.
No entendía su enfado ya que ella sólo le había
dicho la verdad.
Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo
sucedido y su madre le hizo ver que su amiga sólo había sido sincera con ella y
no tenía que molestarse por ello.
Sara reflexionó y se dio cuenta de que su madre
tenía razón.
Al día siguiente fue corriendo a disculparse con
Lucía, que la perdonó de inmediato con una gran sonrisa.
Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera
amistad se basa en la sinceridad.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, y el
que se enfade se quedará sentado.
2. ¿Por qué se enfadó Sara?
3. ¿Qué le dijo su madre cuando se lo contó?
4. ¿Qué hizo finalmente Sara?
Jueves 21-01-2021
Lectura: “En busca del Sí”
Daniela llevaba un tiempo haciéndose muchas
preguntas para las que no hallaba respuestas. Desde que recordaba, su familia
le había educado y enseñado a ser una princesa. ¡Incluso tenía normas para
ello! Al principio era divertido. Siempre estaba rodeada de lujosos y coloridos
vestidos y tenía una habitación llena de juguetes solo para ella. También había
muchas fiestas a las que acudía mucha gente que venía de lugares muy lejanos y
que le traían no pocos regalos.
Pero ser princesa empezada a no ser tan divertido.
Cuando todos los niños salían al patio a jugar con el balón, siempre había una
voz que le recordaba que ella no debía participar porque mancharía su precioso
vestido y una princesa nunca debía ensuciarse. De igual forma, no debía escalar
por los columpios o acabaría con el pelo enmarañado y la compararían con una
pordiosera. Ahora la palabra que más oía a su alrededor era NO y siempre venía
seguido de una norma que le limitaba mucho: 'No debes hacer esto', 'No está
bien que te comportes de esa forma'... No, no, no... siempre había un 'no'.
Daniela debía aprender a hacer ricas tartas, pero
lo que a ella le gustaba era comérselas. Daniela debía aprender a bailar los
bailes de palacio, pero ella prefería saltar. Daniela debía saber tocar un
instrumento musical, pero ella buscaba el silencio para jugar al ajedrez.
Daniela ya no quería ser princesa. Triste y
cabizbaja vagaba desde entonces por el palacio. Su familia empezó a
preocuparse. Pero pronto comprendió que lo único importante era ser feliz. Y
así fue como animaron a Daniela a saltar, a jugar con el balón, a comer tartas
que mancharan sus vestido... La risa volvió al palacio y Daniela se convirtió
desde entonces en la 'Princesa que había vencido al NO'.
Gracias al apoyo de su familia, Daniela superó las
expectativas de lo que se esperaba de ella para poder ser libre y decidir qué
hacer y qué ser. Descubrió y demostró que las etiquetas que se ponen sobre las
personas, como la de ser princesa, solo sirven como límites y que el SÍ siempre
es más divertido y enriquecedor que el NO.
Preguntas de comprensión lectora
1. ¿Por qué Daniela no podía mancharse el vestido?
2. ¿Le gustaba a Daniela ser princesa?
3. ¿Qué cosas sí podía hacer Daniela como princesa?
4. ¿Era feliz Siendo princesa?
5. ¿Al final cómo solucionó su problema?
Viernes 22-01-2021
Lectura. “Jorge
y los aviones de papel.”
En su mente se forjan espadas y sables a las que
luego da forma pliegue a pliegue. Con ellas juega a ser un pirata, mientras una
flota de barcos creados con el acero de una cuartilla, queda esparcida por el
suelo que simula el mar.
Hay dinosaurios acechando por todos sitios,
diamantes escondidos en algún lugar, coches aparcados en doble fila, helicópteros
sobrevolando la nada y cuando llega la Navidad, árboles con estrellas,
calcetines colgados y diferentes versiones de Papá Noel por las estanterías. Su
cabeza no para de crear mientras su hogar se ha convertido en una auténtica
casa de papel.
Pero hubo un tiempo en el que las manos de Jorge no
eran tan hábiles. Recuerdo una tarde en la que estaba con sus hermanas en casa
de los abuelos. Se afanaba en sacar de un papel la figura de un avión. Sabía
que la papiroflexia requería de mucha precisión, de habilidad, buena visión y,
especialmente, grandes dosis de paciencia.
Pese a que lo intentaba las manos se le llenaban de
sudor y el papel se resistía a ser domado. Tras varios intentos fallidos se
hartó del aeroplano que quedó reducido a una bola que fue lanzada con furia al
aire y, desde allí, cayó en picado al suelo sin tiempo para aterrizar.
Ante el alboroto, el abuelo interrumpió su lectura,
dejó el libro abierto sobre la mesa y cogió un folio nuevo. Sin decir nada a su
nieto comenzó a plegar el papel. Jorge salió de su enfado y se quedó mirándolo
de reojo. Era imposible que su abuelo pudiera hacer nada con aquel trozo de
papel, pensó.
El abuelo con calma dobló la primera esquina con la
mano derecha y la llevó al centro, repasó el contorno para que quedara ajustado
y se encaminó a hacer lo mismo con el margen izquierdo. Ese era el momento al
que Jorge le prestó mucha atención porque sabía que su abuelo no tenía bien esa
mano.
El hombre, con mucha naturalidad, sacó su brazo
izquierdo, que era visiblemente más pequeño y frágil que el otro y cuya mano se
retorcía completamente hacia atrás quedando los dedos fusionados, amontonados
unos sobre otros, sin aparente vida. La puso con maestría sobre el papel, que
para sorpresa de Jorge, cedió con sutileza como si de un hipnotizador se
tratara.
Después dobló y redobló el papel con pericia varias
veces dando la sensación de que flotaba entre sus manos. Jorge no daba crédito
a lo que estaba viendo. Las manos de su abuelo parecían de cirujano, doblegaban
la hoja que obedecía sin ofrecerle resistencia, hasta que finalmente la obra
estuvo finalizada y el abuelo lanzó el avión al cielo del salón y este surcó
los aires desplegando sus alas ante la mirada atónita de Jorge. Tras una
pirueta que cortó el aliento de los presentes, descendió suavemente quedando a
los pies del niño. Jorge lo recogió del suelo con extrañeza.
- Pero ¡Abuelo! ¿Cómo lo has hecho?
El abuelo sonrió para sus adentros. Había sentido
en más ocasiones esa misma admiración por algo que para él era corriente.
- Ya lo has visto, Jorge. Ha sido muy sencillo.
- Ya. Es que creía que con tu mano no podrías. A mí
me resulta imposible hacerlo con las dos manos y en cambio tú, lo has hecho con
mucha facilidad, con prácticamente una.
El hombre lo miró con ternura y añadió:
- Hace más el que quiere que el que puede. No te
puedes dar por vencido tan fácilmente. Tienes que intentarlo con más ganas y
esforzarte.
Jorge se quedó pensativo. La mirada se le quedó
clavada en el brazo de su abuelo al que nunca le había prestado atención. Sus
ojos se detuvieron en su delicada forma. Recorrió palmo a palmo su angosto
relieve creado por accidente con líneas irregulares y trazos abruptos. Sin
desviar la atención, echó la vista atrás y empezó a atar cabos. En ese momento
lo entendió todo.
Su abuelo había hecho el avión de forma natural
igual que llevaba haciendo el resto de cosas toda la vida. Todo lo cotidiano
para lo que cualquier persona necesita las dos manos, él lo hacía con solo una.
De hecho, si hacía un poco de memoria había visto esa misma tarde al abuelo
atarse los cordones del zapato con una mano. No necesitó a nadie para hacerse
los lazos. Los enhebró con sus dedos sin dificultad y el nudo quedó firme y
seguro.
En la comida, además, recordó que el abuelo pidió
de postre una manzana y en ese momento cayó en la cuenta de cómo la apoyó en la
mesa con su mano diestra, puso el cuchillo sobre ella y la cáscara desfiló como
una serpiente al capricho de un encantador. Todo en la vida de su abuelo había
sido así. Todo lo que para cualquiera era fácil, él, desde muy pequeño lo había
conseguido con esfuerzo, ganas y mucha dedicación. El abuelo nunca se había
permitido bajar los brazos.
- ¡Jorge! Te has quedado muy pensativo. ¿Te pasa
algo? ¿Te encuentras bien?
- Sí, estoy bien, perfectamente. Es que quiero un
avión como el tuyo ¿Me lo haces igual?
El abuelo sonrió menando la cabeza.
- Mejor hacemos una cosa. Yo te muestro cómo se
hace y después lo intentas tú.
- Pero es que no me saldrá, ya lo has visto antes.
- Jorge, solo creyendo que es posible podrás
conseguirlo. Yo creo que tú puedes hacerlo. Si te sale mal, debes analizar tus
fallos. Vuelve sobre ellos e insiste hasta que te salga. Si te lo hago yo
tendrás un buen avión pero no aprenderás y no te darás el placer de hacerlo por
ti mismo.
Aquella tarde la mesa quedó inundada de aviones
frustrados. La cabeza de Jorge echaba humo, las manos estaban desgastadas, pero
el ánimo permaneció esta vez intacto. El abuelo que observaba desde la
distancia corregía errores, afianzaba logros y sostenía el ánimo de su nieto,
hasta que finalmente, con mucho esfuerzo, Jorge lo consiguió. Su primera figura
de papiroflexia estaba lista, un avión algo arrugado y asimétrico pero suficientemente
estable para alzar el vuelo. El abuelo puso el motor y el nieto las alas.
Desde entonces Jorge no ha parado de crear
perfectas composiciones de papel, cada día más complejas. Cuando una de ellas
se le resiste se acuerda del abuelo, de sus palabras, de sus manos llenas de
vida, de su esfuerzo para todo y eso le motiva para creer que lo podrá
conseguir.
Preguntas de comprensión lectora
1- ¿Cómo se llama el protagonista de este cuento?
2- ¿Cuál es una de sus mayores aficiones?
3- ¿Quién le enseña a hacer papiroflexia?
4- ¿Qué toma el anciano de postre en la comida?
5- ¿Quién dice la frase: 'Solo creyendo que es
posible podrás conseguirlo'?
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